8.06.2012

Conductismo


No hay unanimidad de criterios al denominar al conductismo o a la terapia conductista. En general no se la considera una escuela psicológica sino más bien como una orientación clínica, que se enriquece con otras concepciones. La historia de esta terapia ha evolucionado bastante por lo que hoy sería difícil que una persona se autodefina como un conductista puro o clásico. Por esta razón otros autores no conductistas llaman a los continuadores de los lineamientos conductistas como “neo-conductistas”, pero esto tampoco satisface a los protagonistas. 

Cuando se habla de conductismo aparece una referencia a palabras tales como “estímulo” “respuesta” “refuerzo”, “aprendizaje” lo que suele dar la idea de un esquema de razonamiento acotado y calculador. Pero ese tipo de palabras se convierten en un metalenguaje científico sumamente útil para comprender la psicología. Actualmente nadie acotaría la terapéutica solamente esos ordenadores teóricos, hasta los clínicos que se definen como conductistas usan esos elementos como punto de partida, pero nunca se pierde de vista la importancia interpersonal entre el paciente y el terapeuta, ni la vida interior de un ser humano, ni otros elementos, técnicas, teorías, inventivas que sirven para la tarea terapéutica. En este sentido, en los comienzos del conductismo se desechaba lo cognitivo, pero actualmente se acepta su importancia y se intenta modificar la rotulación cognitiva (expectativas, creencias actitudes) para reestructurar las creencias irracionales del cliente buscando romper los marcos de referencia que pueden ser desadaptativos. 

Frente a determinados estímulos, se puede mostrar un repertorio conductual adecuado pero puede responderse erróneamente a otros. Un ejemplo común al respecto es cuando un padre entrena sin quererlo a su hijo en algún tipo de estímulo discriminatorio inadecuado, por ejemplo cuando afirma sobre su hijo que este solo le hace caso cuando se le grita. En este proceso, aunque las respuestas estén bien aprendidas, suelen ser desadaptativas. Para modificarlas se elabora un plan con respuestas potenciales ante un problema dado. Ocurre que el hábito que se quiere cambiar, es una conducta que en determinados casos se convierte o se constituye directamente como desadaptativa. 

Es importante estructurar la terapia con el cliente, describir el modo de aprendizaje social de la conducta desadaptativa, explicar en que consiste el tratamiento, cuales son las etapas etc. 

El objetivo se convierte en la modificación de las conductas, y es clave determinar claramente este y otros objetivos, es decir cuales son las conductas desadaptativas que deben modificarse. 

En primer lugar se prepara al cliente sobre los lineamientos de un tratamiento, luego se seleccionan situaciones conflictivas que se deben cambiar en las cuales se evidencia la problemática a tratar, para esto primero se llega a imaginar situaciones interpersonales en el consultorio, luego a simular estas circunstancias probando una modificatoria de la conducta propiamente dicha, para poder lograr paulatinamente el desempeño de nuevas conductas frente a situaciones reales. Más tarde se insistirá en la llamada “exposición en vivo”, que es la exposición gradual a situaciones análogas a las que fueron tratadas durante la desensibilización imaginaria. Se busca así un nuevo desempeño frente a un nuevo rol en situaciones reales, al seguir con éxito una pauta formulada en el consultorio, pero ahora ensayada en vivo. 

Hay que tener en cuenta que en las conductas aparecen refuerzos, que es cuando un acontecimiento acrecienta la posibilidad de la conducta a la que sigue. Hay refuerzos positivos y negativos (si disminuye la probabilidad de la conductas que continúa). En el consultorio se pautan cuales son los refuerzos positivos y cuales los negativos, como llegar a condicionar mediante estos refuerzos la evitación de conductas desadaptativas y el fomento de otras que no lo son. 

Es común que los clientes se manejen dentro de un contexto de “autoconcepto negativo”, lo que constituye una actitud negativa respecto a la propia conducta. Por ello se debe trabajar en la eficacia de las conductas de interrelación del cliente. En este sentido la falta de asertividad, suele implicar un déficit conductual adecuado, por lo que se utilizan técnicas para fomentarla, y crear un marco social más favorable.  

Es claro que el terapeuta influye de manera significativa durante las sesiones de terapia, se pasa de operar en primer lugar en un ambiente controlado (por ejemplo el consultorio) para llegar a una aplicabilidad significativa en la vida del cliente, mediante un condicionamiento operante en el ámbito interpersonal. 

Una de las técnicas empleadas es la utilización de metodologías de relajación. Esta actitud se basa en la concepción que los pensamientos y sentimientos tienen una localización en lo muscular. Por lo tanto el entrenamiento de la relajación reduce la ansiedad. Se persigue así la llamada “desencibilización sistemática” para reducir la ansiedad injustificada ante ciertas situaciones, con la consigna de relajarse ante la aparición de tensión. 

La terapia conductista se centra en el presente del sujeto, aunque no niega el pasado ni lo descarta, pero considera que ese pasado no continúa siendo activo en el presente de un paciente, aunque reconoce la importancia de las experiencias de aprendizaje previas. 

Por el contrario de escuelas como las de C. Rogers, que plantean el autocontrol y la “no dirección” del cliente, el conductismo cree que si alguien requiere ayuda es porque necesita intervenciones terapéuticas dirigidas y sistemáticas, que deberán realizarse basadas en la inventiva profesional. 


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